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Public Toilet

  • Foto del escritor: Juangre Sosa
    Juangre Sosa
  • 21 jul 2016
  • 2 Min. de lectura

De chiquita, cuando mi mamá me llevaba al baño de algún lugar público, como un restaurante, una estación de servicio, siempre me decía que no me sentara en el inodoro. El olor penetrante y los papeles tirados en el piso actuaban como fijadores del mensaje; algo que perduró toda la vida, y para todos los inodoros que no estuvieran en una casa. Con el pasar de los años, a ese hábito complicadísimo de mantenerse a unos centímetros de la tapa, se le fueron agregando otros, como tocar el botón de la cadena con los nudillos, agarrar las perillas de las puertas con el borde la mano y siempre, siempre, lavarse las manos. En algunos casos hasta aguantar la respiración durante todo el rato dentro del baño y salir lo mas rápido posible, o, directamente, aguantarse. Uno lo piensa una cuantas veces antes de entregarse al efecto baño público.

Ni hablar de cuando estás en una calle, tal vez en la ruta, y obvio que también en la naturaleza. Unos cuantos árboles de Buenos Aires pueden decir que me conocieron cuando era chiquita. Y si estás en un evento al aire libre, te recomiendo directamente que te vuelvas a tu casa; los baños químicos siempre son asquerosos. Para los hombres siempre es mucho más fácil. Cualquier arbustito por ahí sirve de baño.

¿A que va todo esto? No una mera reflexión de las costumbres esfínteras que todos llevamos a cabo alguna vez en la vida. Si bien uno sabe que en el mundo hay otros países mucho mas organizados y ordenados que en que vivimos, descubrir que se puede evitar el efecto anteriormente descrito es maravilloso. Para empezar, en este país hasta hay restaurantes que no tiene baño, porque el baño público de la calle queda justo en frente. ¡Y nadie se queja! Porque es tan limpio como cualquier bar de café.

O los kiwis son muy meones, o simplemente es porque es así como debería ser. Hay un baño cada dos pasos. En las calles, en la ruta, en los lugares turísticos, en las playas, en las entradas de los parques. Aclaro que no he abandonado mis hábitos de sanidad, estos siguen siendo baños públicos. Los hay en todas las escalas de calidad: algunos de playas o parques muy rústicos - sólo un inodoro en el que todo se dirige hacia un gran agujero negro -, regulares como muchos de las calles, a veces cubículos por los que se filtra el aire por abajo o por arriba, y también unos muy cancheros, en los que apretás un botón digital para abrir y trabar la puerta, y hasta te ponen música durante el rato de descarga. Por supuesto que a veces los podés encontrar medio sucios o con olor (sobre todo si justo el que fue antes que vos comió hot curry) pero jamás falta papel, y siempre funciona el agua.

Es tan común que esto sea así, que hemos encontrado en las guías de turismo notas aclarando que en tal o cual entrada de parque no hay Public Toilets. Imaginate, los pobres aventureros se aguantarán todo el camino; nosotros simplemente dejamos nuestra huella.

Baño Público en Martinborough, uno de los mas sofisticados y bonitos.


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© Juangre & Popi ON ROAD. 2015 | 2017

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